martes, 23 de abril de 2019

Motivación y rendimiento deportivo


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Motivación, un motivo para la acción


Hola,

Quería estrenarme en el blog reflexionando sobre una de las variables psicológicas que más inciden en el rendimiento deportivo: La motivación.


En no pocas ocasiones hemos escuchado eso de que un deportista está rindiendo por debajo de sus posibilidades porque su motivación por el reto ha disminuido, o lo que es peor, porque ésta ha desaparecido por completo. Pero, ¿qué es eso de la motivación? Aunque, a lo largo de estos últimos años se han propuesto múltiples definiciones sobre este concepto, yo particularmente me quedó con la más sencilla: Motivación, como su propio nombre indica, es tener un motivo para la acción. 


En el caso particular de la psicología deportiva me referiré a ella como el grado de interés que tiene el deportista por su actividad. En la medida que dicho interés sea elevado su motivo para la acción será más sólido y por lo tanto la posibilidad de que dicho interés se diluya en el tiempo será menor. Igualmente, en esas condiciones, el deportista se encontrará en una mejor predisposición para asumir los costes que cualquier reto conlleva en términos de esfuerzo, sacrificio y compromiso.


Los niveles de motivación de los deportistas suelen sufrir importantes variaciones a lo largo de una misma temporada. En general, puede decirse que éstos son elevados al inicio y van disminuyendo con el transcurso de la misma.


En una fase inicial, el interés y el grado de compromiso de los deportistas por alcanzar los objetivos planteados (motivación básica), suelen ser muy elevados. En esta etapa no se suelen percibir síntomas de falta de autoconfianza, ni frustraciones por la no consecución de objetivos, ni desgaste en términos físicos ni psicológicos. Es una fase de grandes expectativas presidida por elevadas dosis de ilusión ante los retos por conseguir, lo que favorece un buen clima de trabajo en los entrenamientos diarios (motivación cotidiana).


Sin embargo, a medida que transcurre la temporada, la motivación suele disminuir provocando déficits motivacionales con consecuencias negativas en el rendimiento deportivo. Esta tendencia suele estar asociada a factores que tienen que ver, sobre todo, con el incumplimiento de los retos planteados ya sean individuales o colectivos y con la percepción de que no se tienen los recursos necesarios para dominar las tareas que nos deberían facilitar la consecución de dichos objetivos. Ambas situaciones provocan una falta de autoconfianza en el deportista que incide negativamente en su interés por la actividad y por tanto en su rendimiento.


De igual forma, el agotamiento psicológico, especialmente en deportistas de élite con niveles de exigencia muy elevados, y otras alteraciones de tipo psicopatológico (ansiedad, depresión, etc.), relacionados o no con la actividad deportiva, deben ser igualmente considerados y vigilados.


Se puede decir por tanto, que la motivación del deportista es como el depósito de gasolina de un coche. A medida que el coche es utilizado, los niveles de combustible van bajando por lo que debemos reponerlos para evitar que el vehículo se pare.


Pero, ¿cómo podemos conseguir mantener un nivel de motivación óptimo en nuestros deportistas a lo largo del tiempo?. En la mayoría de los casos los entrenadores deportivos, por falta de asesoramiento, intentan motivar a sus deportistas utilizando estrategias de "fabricación casera" que a veces han dado buenos resultados pero que en otras ocasiones han supuesto el efecto contrario al que se pretendía.


Así pues, errores tales como objetivos mal planteados o planteados a destiempo, incentivos inapropiados, conflicto de intereses entre entrenador y deportista, mala o nula comunicación entre las partes o el ignorar cuestiones extradeportivas que pueden estar afectando al deportista en su rendimiento, suelen darse con excesiva frecuencia provocando déficits motivacionales.


Por el contrario, existen entrenadores que, inconscientemente, pretenden motivar mucho a sus deportistas y lo hacen de forma exagerada creando en ellos un exceso de motivación que suele derivar en  sobreesfuerzos que normalmente acaban en lesiones.


Para evitar que los errores anteriormente descritos se produzcan y logremos ser eficaces en la adquisición y mantenimiento de niveles óptimos de motivación, existen distintas técnicas de intervención psicológica. Entre ellas destacaré las que en mi humilde opinión son las más relevantes, a saber: el establecimiento de objetivos adecuados tanto de realización como de resultado, el desarrollo de técnicas de modelado (reforzamiento sistemático de las aproximaciones sucesivas a las conductas-objetivo), la firma de contratos contingentes o conductuales entre entrenador y deportista, la utilización de matrices de decisiones donde se expongan los beneficios potenciales a obtener y los costes que se deben asumir, la utilización de tablas de registros sobre resultados y conductas de una conducta determinada y por último, el establecimiento de programas de reforzamiento apropiados.


En posteriores entradas os hablaré más en profundidad de alguna de estas técnicas motivacionales y cómo se pueden aplicar en el contexto de una disciplina deportiva concreta. De momento, es muy importante entender que, al igual que ocurre con los aspectos físicos, técnicos y tácticos, la motivación debe trabajarse a lo largo de toda la temporada junto con el resto de variables psicológicas que afectan al rendimiento deportivo (autoconfianza, estrés, nivel de activación, enfoque atencional, agresividad, tolerancia a la frustración, etc.) y todo ello dentro de un programa integral de entrenamiento deportivo que debería ser consensuado entre entrenadores, preparadores físicos y psicólogos deportivos.






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